“Pintar como los Taínos: El Lenguaje del Cemí y la Mirada que Aún No Entendemos”

“Pintar como los Taínos: El Lenguaje del Cemí y la Mirada que aún No Entendemos”

Antes que llegaran los pinceles europeos, ya nuestros ancestros taínos habían inventado su propia forma de pintar el mundo. No usaban lienzo ni óleo: usaban las cuevas, las rocas, los cuerpos. Su arte era ritual, simbólico, espiritual, pero sobre todo político.

Cada línea dibujada en las paredes de El Pomier, cada espiral tallado en un cemí, hablaba de poder, de territorio, de cosmos. Pintaban para recordar. Pintaban para sobrevivir.

La pintura taína no era decorativa; era narrativa. Cada símbolo tenía una función dentro del universo espiritual: los rostros tallados representaban deidades, ancestros o protectores. Los patrones geométricos, como las grecas o espirales, representaban el movimiento del agua, del viento o del tiempo. Todo en su arte tenía un propósito. Incluso el silencio que dejaban entre un trazo y otro.

Hoy, más de medio milenio después, ese sistema visual sigue sin traducirse completamente. Seguimos viendo los petroglifos como adornos arqueológicos, sin entender que ahí hay un idioma gráfico dormido, una mitología codificada que podría enseñarnos a ver el Caribe con otros ojos.

¿Por qué la política cultural dominicana no ha integrado estos símbolos al diseño nacional, a la educación artística, al urbanismo, a las galerías? ¿Por qué no están los cemíes y sus formas en los murales públicos, en la arquitectura moderna, en las banderas municipales? En otros países, como México o Bolivia, las culturas originarias dialogan con lo contemporáneo desde el color y la forma. Aquí, aún tememos mirar ese espejo profundo.

Pero hay señales de cambio. Algunos artistas jóvenes están redescubriendo el legado gráfico taíno. Incorporan rostros ancestrales en grafitis urbanos. Reinterpretan los símbolos en instalaciones contemporáneas. Están diciendo, sin pedir permiso: lo taíno también es arte del futuro.

Este artículo es un llamado a los pintores, diseñadores, muralistas y autoridades: rescatemos el trazo taíno como quien rescata una lengua perdida. Pintemos el cemí en los muros de nuestras ciudades. Que los niños aprendan no solo a dibujar casitas y soles, sino a entender el poder de un símbolo indígena como acto de identidad y resistencia.

Porque solo cuando aprendamos a ver con ojos taínos, sabremos realmente quiénes somos.

Por Andrés Mejía Yepez, abogado y Gestor Cultural

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