Los docentes cobran mucho y hacen poco: La sociedad
Nuevamente –y como ya es costumbre cada cierto tiempo– los maestros y las maestras vuelven a ser el blanco fácil de las críticas sociales, políticas y mediáticas. No es raro: en este país, culpar al docente es el deporte favorito de quienes no quieren mirar el fracaso estructural del sistema educativo en su conjunto.
Se señala al maestro y a la maestra por la baja calidad, por la indisciplina, por los resultados; se les acusa de no hacer lo suficiente, de estar “cómodos”, de ser “privilegiados” por tener vacaciones y un sueldo fijo. Pero qué poco se dice del aula sin ventilación, del salario que no alcanza, de las escuelas sin libros, sin agua, sin pupitres.
Qué poco se escucha sobre la carga burocrática que se les impone desde oficinas. Qué fácil es hablar desde un escritorio o una cabina de radio cuando no se ha tenido que lidiar con 40 niños hambrientos, con carencias emocionales, con padres ausentes y un Estado que sólo exige pero no respalda.
A todos les duele el sueldo del maestro y de la maestra. Les arde, les pica, les molesta. Siempre hay alguien dispuesto a levantar la voz para decir que ganan mucho, que trabajan poco, que tienen demasiados “beneficios”. Como si educar fuera un lujo y no una vocación que se sostiene a puro pulso, entre la precariedad y el amor por los estudiantes.
Hablan del salario docente como si fuera una carga para el Estado, pero no dicen que ese mismo Estado gasta millones en consultorías inútiles, en oficinas climatizadas, en privilegios de quienes nunca pisan una escuela. Les incomoda el sueldo del maestro y la maestra, pero no les indigna que tengan que dar clases con tantas precariedades.Los periódicos buscan sonidos, titulares fáciles, polémicas de ocasión. Pero no hablan de los sueldos jugosos que tienen los políticos, ni de los privilegios de quienes legislan desde el confort.
No hablan de la realidad estructural de las familias, de su rol fundamental –y muchas veces ausente– en educar a sus hijos e hijas. Solamente hablan del maestro y la maestra, buscan cualquier excusa para atacarlos. Si fuera tan fácil educar, sería bueno que todos los que critican asumieran el rol de maestros y maestras en las aulas por un par de meses. A ver si, como dicen, “todo cambia”.
A todos les duele el sueldo del maestro y la maestra, menos a ellos mismos, que ya no sienten nada. Porque cuando uno sobrevive con lo justo, cuando entrega tanto y recibe tan poco, se vuelve inmune. Duele más ver cómo se menosprecia el trabajo diario, cómo se exige excelencia en condiciones miserables, cómo se aplaude al maestro y la maestra en discursos pero se les castiga en la realidad.Basta ya de señalar con el dedo. Si vamos a hablar de educación, que sea con honestidad. Y si vamos a exigirles más a los maestros y maestras, que sea después de dignificar su labor, no antes. Porque no se construye una sociedad digna con docentes mal pagados, despreciados y usados como chivos expiatorios. Y mientras eso no cambie, la crisis no es educativa: es ética.
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