La economía dominicana se desangra mientras el Gobierno celebra estadísticas
Por Walddy Lina Polanco
La economía dominicana no está “creciendo”; está agonizando. Y mientras el pueblo clama por auxilio, desde el Palacio se siguen celebrando cifras que no llenan la nevera, no pagan la luz y mucho menos alivian el costo de la vida. Es indignante ver cómo se insiste en una narrativa de estabilidad cuando es evidente que el país se está sosteniendo con alfileres… y con más préstamos.
El Gobierno continúa endeudando la nación como si se tratara de una tarjeta de crédito sin límite, sin pensar en que será el pueblo el mismo que hoy no puede comprar lo básico, quien pagará esa deuda por décadas. ¿Qué liderazgo es ese que prefiere pedir prestado antes que enfrentar la raíz de la crisis? ¿Qué visión tiene un Estado que no escucha el grito de una población desgastada por la inflación?
Las calles oscuras que bordean nuestras ciudades son una metáfora perfecta del momento que vivimos. Falta iluminación, falta planificación, falta orden… y sobre todo falta respeto al ciudadano que paga impuestos. Y así como esas calles están en penumbras, así está la economía del dominicano: oscura, incierta y golpeada.
A pocas semanas del sueldo 13 ese respiro que antes generaba ilusión, hoy lo que reina es la preocupación. ¿De qué sirve un doble sueldo si ya está comprometido antes de caer en la cuenta? Entre comida, transporte, medicinas y deudas acumuladas, a la mayoría no le queda ni la esperanza.
La inflación está devorando el salario sin piedad. El dinero alcanza menos que nunca. La clase media se achica, los pobres se hunden más y los discursos oficiales se vuelven insultantes. ¿Cómo hablar de “progresos” cuando la gente está comiendo menos, cancelando planes y renunciando a sueños porque simplemente no dan los números?
Mientras el pueblo aprieta el cinturón, el Gobierno aprieta el botón de “otro préstamo más”. Mientras la ciudadanía analiza cómo sobrevivir el mes, las autoridades analizan cómo justificar el endeudamiento con palabras bonitas. Y mientras la República Dominicana pide soluciones, algunos solo piensan en reelecciones.
La economía dominicana está colapsando. No es alarmismo: es la calle hablando claro. Es el pueblo cansado de cargar con una crisis que no provocó. Es una nación agotada de que la responsabilidad siempre caiga sobre los mismos: los trabajadores, los que madrugan, los que producen, los que nunca salen en los titulares.
Llegó el momento de decirlo sin miedo:
el país no necesita más discursos, necesita acciones; no necesita más préstamos, necesita justicia económica; no necesita más estadísticas maquilladas, necesita un gobierno que gobierne para la gente.
Porque si algo está claro es que mientras el poder vive en abundancia, el pueblo vive contando pesos. Y esa desigualdad, tarde o temprano, tiene consecuencias.



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