El evangelio invertido en Los cantos sagrados, de Leopoldo Minaya

CUETO El evangelio invertido en Los cantos sagrados, de Leopoldo Minaya

Por Amarilis Cueto

Dicen que Dios habla a la humanidad a través de algunas personas escogidas para esa tarea. En Los cantos sagrados, Leopoldo Minaya ha decidido escribir en nombre de la humanidad a esa fuerza creadora. Como lectora asidua de la mayoría de sus obras, considero que ninguna refleja tanto su ser interior como este poemario

Citando a Friedrich Baumann, en el prefacio de la obra, ambos concordamos que «Leopoldo Minaya es una voz lírica de gran pureza expresiva, sostenida por una búsqueda espiritual profunda y una sensibilidad poética excepcional».

Dicho esto, solo queda envolverse en estos versos nacidos de un alma noble, rebelde, irreverente e inconforme con la humanidad, que solo quiere plasmar su legado, sin ambiciones, sin ambages.

Admiro la obra de Leopoldo Minaya desde hace mucho tiempo cuando escuché de su voz La canción de Angelina, que hace evocar los versos de Darío. Desde entonces he leído sus poemas, romances y reminiscencias infinitas. A veces, una realidad implacable golpea al leerlos: sus versos salen de lo más profundo de su alma.

Sus versos se comparan, como acota el prologuista, con los poemas de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, por su intensidad lirica y su riqueza simbólica. Se podría agregar, además, por su deseo de humildad ante el creador. Esto se refleja en especial en su poema “La voz del ángel”:

Y he dicho:

«¡Oh, Señor, aléjame de la indolente multitud y de sus vicios,

de sus costumbres bárbaras,

de su insaciable deseo de “honores” y “grandezas”;

aléjame de todo lo horroroso ante tus ojos,

del pecado y de la maldad, de la astucia y del fingimiento,

de la impudicia y de la avaricia…!

¡No sea yo para ti motivo de vergüenza,

inconformidad o enojo…!

… Entonces me habló el ángel,

y oí,

y sus palabras cerraron el abismo:

«¡Ejercítate en la piedad,

mírate y mira a los hombres

con compasión

porque es irrecusable el dicterio de los símbolos,

porque la bondad y la maldad son las galgas de medir,

y porque no hay nada sobre los cielos

ni bajo el tapiz de los cielos

que se iguale a la Misericordia!»

En el estudio preliminar de esta obra realizado por Bruno Rosario Candelier, contenido en este libro, se pone en evidencia que este poema «es fruto de una experiencia mística de nuestro poeta al recibir esa especial apelación de lo Alto».

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Se percibe también como expresa Minaya sus desvelos y revelaciones. Su inspiración pareciera que brota de la Divinidad. Sus preguntas y respuestas al ángel son como vendimia para nuestros oídos.

Leopoldo Minaya es un intelectual consagrado. En sus poemas abunda la riqueza del lenguaje, pero no con ánimo de dejarnos anonadados, sino más bien de aprovechar lo que el idioma español nos ofrece.

En el poema “Arrebátame la toga y el bastón, Señor”, el yo poético ora, ruega, implora a un Dios que no lo escucha.  Recuerda el pasaje del Génesis en el cual el poder del hombre es cuestionado y el trabajo con la tierra es visto como vía de redención cuando expresa:

…” Arráncame la vara, los símbolos de autoridad; dame un arado

de acero trabajoso para vetear la tierra.

…Oblígame a plantar, Señor, produzca el cieno

el milagro del arroz, el eco de los pájaros…

Porque todo poder del hombre se sustenta en el engaño,

en su capacidad de engaño reside su «grandeza».

Pero también el poema es una confesión amarga y una advertencia en el que el autor adopta una voz colectiva para desenmascarar la hipocresía, la doble moral y la falsedad.  Tal como lo hace San Agustín, quien en sus confesiones afirma que incluso cuando «cree servir a Dios puede hacerlo desde el orgullo o la vanidad».  Entonces el poeta proclama de manera sentenciosa:

…El hombre no tiene fe en ti, aunque lo diga;

no tengas fe en el hombre.

Cuando juremos buscarte, no nos creas;

cuando aseguremos servirte, no nos creas;

y si abrimos la boca no nos creas.

¡No nos creas, no nos creas, no nos creas…!

El poema “Acuérdate Señor” estáconformado por un conjunto de plegarias de misericordia por el hombre, que sigue siendo su objeto de estudio, lleno de esperanza por el más humilde de los hombres. Como cuando implora:

…Apiádate de aquel a quien se dificulta conseguir su pan

 y el sustento de sus hijos entre la maldad y la apatía

 trocadas en egoísmo destructor.

O cuando suplica a un Dios piadoso:

…perdona o castiga mi propia necedad,

perdona si te ofenden mis palabras,

pero un día persigue al perseguidor, oprime al opresor,

roba al ladrón, juzga al juez, calla a los que callan,

ponles leyes a quienes ponen leyes, haz confesar al confesor,

somete a los abusadores y levanta a los seres maltratados…

“Aliento místico” sonun grupo de poemas donde la llama, la danza y el baile se conjugan para mostrarnos un mundo de soledad, de olvido, de sombras y silencio como se señala en el poema “Danza del aliento”:

¿Soy yo quien danza, Danza,

o el abismo que me habita

ha sido engullido por tu pulso?

Danza de nadie,

danza sin rostro,

danza que es la respiración de Dios

y su secreto.

En las “Versiones esenciales libres de antiguos salmos de David et al”, de la Sagrada Escritura, la voz del salmista se transforma, se diluye, se hace inteligible y adquiere el matiz de lo cotidiano. Sus interpretaciones nacen del dolor de ver las almas afligidas por la ignominia o producto de un cansado caminar y experiencias aciagas. Así se perciben estas palabras proféticas del poeta. Es como volver sobre el salmista para tratar de entender sus designios premonitorios, como se devela en el poema “Dichoso el hombre” (Evocación esencial libre del Salmo 1 de David et al.):

…Los inicuos

no son así,

ellos son como el tamo empujado por el viento,

no se pondrán de pie cuando haya juicio,

no se pondrán de pie por pecadores…

porque Dios insufla vida al camino de los justos

pero el mismísimo camino del inicuo

perecerá.

“El Canto absoluto” es unainvocación a la indiferencia de Dios ante los males de la humanidad, como cuando reclama:

…Te llamé sin lengua. Te invoqué desde la sangre abierta del obrero, desde la mugre del que duerme bajo puentes, desde la madre

con leche muerta en el pecho.

Y nada. Ni un soplo. Ni un estremecimiento de rama. Ni un

error de cálculo en tus cielos.

La última parte es una conversación entre el Ser y el Espíritu, mediante tres poemas en los que el primero denota la búsqueda del creador; en el segundo el espíritu se manifiesta desde la humildad y en el tercero, responde el ente con un dejo de resignación dando un cierre magistral al poemario y al dialogo inaudito: 

El ser expresa:

Te he buscado sin piedad. No por fe,

sino por falta de otra cosa que seguir.

No tengo himnos. No tengo nombres.

No tengo paz.

Solo tengo este cuerpo lleno de preguntas

que nadie ha querido escuchar,

ni siquiera tú.

Entonces el espíritu le responde:

Soy lo que arde

cuando todo se ha apagado.

No he prometido salvación.

Ni castigo.

Ni victoria.

Sólo he sido.

            Y finalmente el ente culmina:

No me toques con tu luz,

Ni con tu ausencia.

No me traduzcas tu silencio

a forma alguna.

Déjame en esta ceguera sin imagen,

En este abismo mudo

Donde ya no tengo que entenderte

ni justificarte.

Los Cantos sagrados, de Leopoldo Minaya, se inscribe así en una tradición poética que no teme dialogar con lo divino, pero desde un lugar incómodo: el de quien sabe que la palabra no basta, que la fe se gasta, y que solo el barro —transformado en pan, en arroz, en canto— puede redimirnos.

Este libro puede leerse como una carta a Dios, o quizás como un evangelio invertido. No es un canto de alabanza, ni una petición de poder, ni una súplica para ser salvado. Es todo lo contrario: es un clamor por ser despojado de poder, por abandonar los símbolos de la autoridad —la vara, el mando— y abrazar, en su lugar, la humildad del trabajo, el silencio de la tierra, el milagro de lo pequeño. Aquí, el yo poético no pide privilegios.

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La autora del ensayo es narradora, poeta y fotógrafa. Es también, integrante del Taller Literario Narradores de Santo Domingo y del Taller Literario del Banco Central de la República Dominicana.

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