Cuestionar las propias ideas
La manera en que entendemos el mundo influye extremadamente en cómo lo analizamos, resolvemos problemas y tomamos decisiones.
El pensamiento egocéntrico produce una visión limitada y rígida al asumir que nuestra mirada de las cosas es la única y siempre incuestionable. El otro camino es el pensamiento crítico que nos permite un acercamiento más realista a la complejidad del entorno.
Ambos enfoques se presentan en el medio en que nos desenvolvemos. Y sí, es complejo. El pensamiento egocéntrico surge de la tendencia natural del ser humano a interpretar el mundo desde su propia perspectiva, asumiendo que su enfoque de la realidad es legítimo.
Para Paul y Elder (2022), este tipo de pensamiento limita el aprendizaje y promueve los conflictos interpersonales, pues “quien piensa diferente a mí es porque no entiende”. De ahí la importancia de revisar esta forma de pensar, con un pensamiento reflexivo y objetivo.
Dándole la vuelta a este asunto, he visto que resulta un tanto peliagudo estar dispuesto a explorar y concertar nuestras configuraciones, evitando estar seguros de la noción del mundo que tenemos. Es difícil cuestionar las propias ideas y abrirse a nuevas perspectivas.
La humildad intelectual fomenta un respeto genuino por las opiniones y puntos de vista de otros, transformando los desacuerdos en oportunidades de aprendizaje, en lugar de amenazas al ego.
Cuando interactuamos grupos o comunidades con estas diferencias, amerita de autorrevisión y hay que preguntarse: ¿cuáles puntos de vista me resultan incómodos o difíciles de aceptar?, ¿cuál conocimiento tiene el otro que yo no y en cuáles áreas de mi vida profesional o académica necesito abandonar la actitud del «sabelotodo, para aprender y crecer?
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