Poemas de Jeanie Bogart
Por Valentín Amaro
Con mucha alegría abrimos “Fronteras de papel”, un espacio apasionante y diverso donde la literatura de todos los rincones del mundo cobra vida. Nuestro propósito es tender puentes entre culturas, desafiar las barreras geográficas y lingüísticas, y celebrar la riqueza inmensa de las voces literarias que existen más allá de nuestras fronteras. Cada entrega será una invitación a explorar nuevos horizontes, a descubrir autores, géneros y movimientos que quizás no conocías, y a sumergirte en las historias que definen y conectan a la humanidad. Queremos que “Fronteras de papel” sea tu pasaporte a un universo de palabras, un lugar donde la curiosidad se encuentre con el asombro y donde cada página leída te acerque un poco más a la vasta y fascinante literatura mundial.

Nuestra invitada de hoy es Jeanie Bogart, nacida en Haití. Ha vivido en Estados Unidos, donde desarrolló una carrera como intérprete y escritora. Tras realizar estudios de periodismo, trabajó sucesivamente como reportera, presentadora y redactora de noticias en la radio y la televisión en Haití, y como redactora en algunas publicaciones en Estados Unidos. Jeanie ha publicado: Un jour… tes pantoufles, Dènye Rèl, Éloge de l’Interlocuteur : Dialogues avec Saint-John Kauss, Paradoxe, Sa m pral kite dèyè, Migrations insulaires (coescrito con Ernest Pépin en 2017). Sus poemas han sido incluidos en varias antologías, entre ellas Plaisir des Mots, Poésie du Monde, Monde de la Poésie (realizadas por Les Dossiers d’Aquitaine en Burdeos), Anthologie de poésie haïtienne contemporaine, Francia, 2015, y This Land, My Beloved/Cette terre, mon amour, Massachusetts, 2023.
Comprometida con su comunidad, Jeanie forma parte del consejo de administración de la Association des auteures et auteurs de l’Estrie, integra el comité editorial de la revista literaria L’Alinéa en Sherbrooke y comparte sus análisis como columnista en Le Cochaux Show.
Tiene una maestría en enseñanza del francés, así como una maestría en Letras con enfoque en investigación-creación. Actualmente está realizando un doctorado en Letras en la Université du Québec à Trois-Rivières, dentro de este mismo enfoque que combina creación literaria y reflexión crítica. La poesía de Jeannie Bogart es intensa y a la vez confesional, mezclando lo íntimo y lo colectivo, con imágenes llenas de fuerza sensorial y simbólica. Sus poiesys oscila entre la reflexión existencial, la memoria afectiva y la denuncia social. En su turno de poeta, toca temas como la identidad caribeña, la herencia africana, la migración, el tiempo y la pérdida. Su palabra es libre, torrencial, donde lo cotidiano se vuelve metáfora y la palabra se convierte en arma de confrontación y a la vez de celebración.
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La mordida de las palabras
Siempre volverá, brusca, atenazando
esa ansia de decir lo que no es nada
de hablar para no comprender
de sembrar la confusión.
Siempre volverá esa necesidad de alinear palabras en desorden
nada más que palabras extrañas
de no querer pensar nada en particular
pero siempre desplegarlas
esas sucias palabras que brotan de todas partes:
de la nariz, de las orejas
de los ojos, de la boca
vomitarlas sobre un papel sucio y mal proporcionado.
No pensar más
por un rato desasociarse de esas palabras que dan vida
arrojarlas sin pudor a la cara del mundo.
Y luego, de pronto, recibir la descarga:
¡Ni una palabra más!
Voladas todas esas alimañas que picoteaban por todas partes
solo el vacío
y esa maldita pluma que se burla
zigzaguea
y ya no escribe nada.
Para mi padre
Creo haber encontrado tu huella
entre todos esos pequeños pasos
que se pisan unos a otros
en el borde de mis sueños
sobre la arena blanca de mis carcajadas
o bajo el fino velo de mis lágrimas.
Tus pasos se aligeran
mientras las palabras se vuelven demasiado pesadas
para cargar con ellas
pesadas con mis preguntas
mis desgracias
y mis miedos.
¡Padre!
Bailan ante mí
los pies pesados de tus poemas inacabados
de tu vida truncada.
El vacío se ha instalado
inmenso.
¿Quién vendrá a cantarme
la resonancia de los caracoles lambí?
¿Quién me enseñará la vida?
Llevo la inmensidad de tu amor
como el conquistador alza su trofeo
como antaño yo llevaba tus amplias camisas.
¡Padre!
Es nuestro cumpleaños
pero ya no sé celebrarlo sin ti.
¿Te he contado de los aguaceros
que atravesaron mi vida
y los atentados contra mis pensamientos rebeldes?
¿Debo gritar más fuerte
que soy esa verdad ineludible
ese monumento indestructible
que solo tú supiste crear?
Creo en mí
y creo en ti
como me lo enseñaste
cuando niña trepaba a los techos de las casas
o a los árboles que venían a mi encuentro.
El mundo avanza a grandes zancadas.
Yo camino en equilibrio
sobre la huella de tus pasos
impresa eternamente en mi sangre
en mi piel
en mi cabeza.
Veintitrés años
lleva este poema rascándome el cerebro
pero los inventores de palabras
no han sabido crear la única palabra
para decirte.
Cuando me convierta en poeta
encontraré las palabras
que hablen de ti
de la soledad que engendró tu partida
del indescriptible vacío que todo lo traga
del dolor de tu ausencia
de la necesidad de tu voz
de las heridas de lo cotidiano
de la fuerza que plantaste
allí, en pleno centro de mi corazón
de tu presencia que se obstina
a pesar de los estragos de la muerte.
El grito
Hija de los trópicos
hija de esclavos soy.
No es una queja
ni una lamentación
es un grito
un grito
para que sobreviva la memoria
para que permanezca la imagen
de las cadenas
que he roto con mi poesía
quebradas por mis miedos
arrancadas de mis limitaciones
abolidas de mis discursos
para que las cadenas sean símbolo
de lo que nunca más será.
Hija de los trópicos
hija de esclavos
mi país se inscribe en letras de fuego
en los ojos de los niños.
El mar se lleva los suspiros.
Mi abuelo
se había lacerado las manos
en las hojas de caña de azúcar
mi abuela
con una gota de clairin en mi lengua
me dio la bienvenida
el día de mi nacimiento.
Martinica–Haití
Caribe de mis aflicciones
identidad rebelde
ancestros de horizontes lejanos
aún los arrullo
con las melodías de mi memoria
en aquel barco
cuyo nombre me es hostil.
El destino
ya había seguido vuestros pasos
en esa tierra de aromas de especias.
La vida se había detenido
y bella fue al sol
adormecida al caer la tarde
coloreada fue de criollos
con piel de todos los matices.
Mi memoria me golpea el pecho
lo hincha de orgullo.
Asocio la sangre a la caña de azúcar
la de mi abuelo, al que no conocí
abuelo derrumbado bajo el látigo del colono.
África y su sabana
me han quedado encerradas en el alma.
Cambio de piel
cambio de color
al ritmo de mi memoria
que quiere ser historia
que quiere ser porvenir.
En mis ojos
una lágrima salada.
Haití–Martinica
fantasía azul
el pasado nos ata el alma.
El grito regresa
siempre con fuerza
a reventarme la garganta.
¿La sangre de mi abuelo
vertida para nada?
La carne triturada de los negros
mezclada con el polvo.
Mi país se muere.
La independencia parece una farsa.
El hombre parece perder la memoria.
El hombre
a cuatro patas
lame las botas de los colonos modernos.
Grito
hasta romperme las cuerdas vocales.
El honor se vende
por puñados de billetes verdes,
el honor se cambia
por un Nike, un Armani, un Dior.
La identidad criolla vilipendiada
mi abuelo asesinado
una segunda vez.
¡No!
No volveré a los campos de caña,
me convertiré en Gobernadora General
como Michaëlle Jean,
me convertiré en presidente
como Obama
para dirigir a los colonos
para educar a los colonos.
El sueño se vuelve realidad.
¡Así sea!
Migración
Amigo de tierras lejanas
todas las noches son brutales
nos guían hacia las vanas utopías
de muecas en color
tachadas sobre nuestros rostros de duelo.
Lloro contigo la cacería humana
esos pasos aplastados sobre el asfalto planetario
esas espaldas encorvadas bajo el peso
de una imperialista barbarie
esos ojos desteñidos de esperanza.
Mis palabras se aferran a los pulsos nómadas
de los niños exiliados de todos los continentes.
Busco un refugio para mi poema
un puerto donde anclar nuestras islas
porque caminamos
corremos
sin destino alguno
los abat-jours del mundo
estando todos cerrados.
Vagamos
a merced de vergüenzas humanas
que se dicen potencias
que se llaman dirigentes.
Llegará el día
en que la tierra buscará refugio
en la madre nutricia
de un mundo en remisión.
Llegará el tiempo
en que devoraremos las fronteras
con la voracidad de los sin techo.
Llegará una era
en que los verdugos
se encadenarán en su propia crueldad.
Mientras tanto
arrastro mis pasos por el vasto valle de las nubes
un canto de fraternidad en los labios
canto de barreras rotas
de islas migrantes
de murallas imaginarias.
Cuelgo ciudades construidas sobre trozos de palabras
en el portal de un todo-mundo.
Exhibo la desnudez de mi corazón
a la inmensidad del cielo
brazos abiertos en espera de las estrellas salvajes
salmodiando una melancolía fuera de lugar.
¿Qué habéis hecho con mis hermanos?
¿Qué habéis hecho con mi tierra?
Para nosotros
Por tus ojos, que hacen volar la falda de las estrellas en fiesta, invento la danza desenfrenada de las luces, donde las arabescas del congo y los pliés del ballet se abrazan.
Pero por tu voz, que cosquillea mis verbos dormidos, abro la puerta clausurada de los sueños y las ventanas tapiadas de la soledad.
Te hablo de sueños y de infinito, de ese límite al que solo se llega en las horas vacías; en esos momentos en que la duda y la confusión se apoderan de los espíritus solitarios.
Te hablo de ti, de nosotros, de la comezón de los sentidos.
Te hablo de la nada que habita nuestros cuerpos indomados, de la cima de nuestros deseos y del apogeo de nuestros placeres.
Por el amor que nos observa, demasiado lleno de sus incertidumbres, de sus anhelos y de sus sorpresas, te digo: “Shalom”.
A ti, a la vida, a la esperanza y a las dudas.
Y por mis ojos, que cantan un Simbi nan dlo a la francesa en medio de tus días, he creado otro estribillo.
Está hecho de nombres teñidos con el agua de manantiales, de melodías de ruiseñores y de sabor tropical.
Mi voz tiembla en el silencio de tus esperas mal confesadas.
Mi voz ha abierto una grieta en la selva de tu libertad.
Mis senos
Al caer la esperanza, nadie tendrá que oler el perfume
de mis turbulencias.
Mis senos tenían olor a piña y sabor a albaricoques.
Mis senos siguen soñando con azúcar de cebada.
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Traducción: Valentín Amaro
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